Querida Familia Religiosa:
Por gracia de Dios hemos vivido momentos únicos, dignos de ser contados, recordados y celebrados por todos.
Nos veníamos preparando para estos días desde hace muchos meses, ya casi un año. A fines del 2012 se rumoreaba que nuestros queridos monjes mártires del Pueyo serían beatificados en el 2013; aún no era seguro, faltaba el veredicto de la comisión de cardenales, y el decreto del Santo Padre. Rezamos y pedimos oraciones a todos, para que sea pronto; estábamos convencidos del grandísimo bien que esto significaba… aunque no imaginábamos, ni de lejos, lo que sería vivir estos momentos.
A principios de este año los cardenales aprobaron el proceso. Y finalmente Francisco firmó el decreto de beatificación el 3 de junio. Todo llegó, la ilusión crecía.
Nos visitó por diciembre de 2012 el P. Buela; le pedimos que nos ayude a preparar este gran acontecimiento que se nos venía. De esa reunión salieron ideas que se verían concretadas felizmente ahora (al menos, varias de ellas), y con mucho fruto, a Dios gracias.
Bueno, pero ya basta de introducciones, que se hace largo… y vamos al grano.
El sábado 26 p.p. tuvimos por la tarde una emotiva y muy concurrida procesión. Esperábamos 18 tallas en madera de cada uno de los beatos mártires, pero por razones de fuerza mayor no pudieron llegar a tiempo. Rápidamente pensamos la solución B. Imprimimos sus fotos, las enmarcamos y preparamos 18 estandartes para poder reemplazar a las imágenes (algo había que hacer, pues se había hecho una gran difusión de la procesión con las imágenes, e incluso se había invitado a los pueblos y cofradías que vienen cada Mayo de Romería, para que ellos las porten hasta el Santuario. Además surgió la idea de subir también en procesión (desde el pie del monte del Pueyo) una de las 3 urnas de cristal con los huesos de los mártires, que al día siguiente serían colocadas en el Nuevo Altar.
Fue un signo por demás de elocuente. A los monjes, la tarde del 22 de julio de 1936, se los llevaron los milicianos (el bando comunista y revolucionario) desde el Pueyo, hacia el pie del monte, a un caserón de campo que allí había, llamado “el mesón o mesonet”, donde pasaron, sobre el duro suelo y un techo de estrellas, la primera noche de prisión (ésta duraría más de un mes, hasta el holocausto final, el 28 de agosto).
Dios hace justicia, y esta solemne procesión, al son de tambores, trompetas y Ave Marías, fue el regreso de los monjes mártires a su tan amado Monasterio, al que tanto amaron, con su oración, trabajo y servicio fiel a Dios.
Se los habían llevado indignamente, con armas y amenazas, objetos del odio desatado de Satanás en los perseguidores. Ahora volvían gloriosamente, ya beatos, ensalzados por Dios y los hombres, por haberse humillado y haber perseverado fieles en la prueba. Tuvimos la gracia de estar en esa procesión.
Al llegar a la explanada del Santuario, se bendijeron las imágenes de los beatos, y mientras se leía una breve relación de la vida de cada uno, fueron ingresados y entronizados dentro del Santuario, en los sitios donde, Dios mediante, colocaremos las tallas de madera.
Ya todos dentro de la Iglesia se expuso el Santísimo, se cantaron las Vísperas solemnes y las letanías de los beatos mártires del Pueyo, compuestas por el P. Juan M. Rossi. Se finalizó con la bendición y el tradicional saludo a la Virgen del Pueyo; y como no podía faltar, una picadita para festejar.
Por la noche, luego de la cena con los religiosos que nos acompañaban (éramos unos 40), cantamos las maitines, como dice el Ritual, en vigilia y preparación para el traslado de las reliquias y dedicación del nuevo Altar.
El domingo a las 11hs tuvimos la Misa Solemne en honor de nuestros beatos mártires. La presidió el card. Cañizares, prefecto de la Congregación para el Culto y la disciplina de los sacramentos, invitado por nuestro obispo para la ocasión. Nos acompañó nuestro coro de Italia, formado por 9 seminaristas y 10 hermanas. Interpretaron, junto a 3 músicos de la zona (órgano, violín y trompeta) la Missa Brevis de los Beatos Mártires del Pueyo, recientemente compuesta por el P. Jon de Arza, IVE.
Fue una ceremonia cargada de signos, análoga a una ordenación sacerdotal. Luego del sermón y el canto del Credo, se introdujeron las urnas de cristal con los huesos de los mártires dentro del altar (se las había ingresado en la procesión de entrada y depositado delante del altar). A continuación se oró para que Dios se digne consagrar el nuevo altar (ya en los ritos iniciales se lo había asperjado con agua bendita) y se cantaron las letanías de los santos. Enseguida el cardenal derramó en él el Santo Crisma, ungiéndolo enteramente con sus manos; la mesa del altar es una piedra roja, muy dura y de una tonelada, traída del Brasil, y tiene en la superficie 5 cruces talladas, símbolos de las 5 llagas de Cristo, a quien representa. Luego se colocó sobre el altar el incienso, para que la Iglesia se llene del buen aroma de Cristo. Finalmente se lo limpió, se los vistió de blanco con el mantel y se lo iluminó, encendiendo el cardenal, los cirios a su alrededor.
Ya consagrado el altar, se celebró el Santo Sacrificio de la Misa en él por primera vez. Fue un día de gloria.
Agradecemos de todo corazón a Dios por su gran bondad, y porque en su Providencia nos permitió vivir, como familia religiosa, estas celebraciones. Y a todos los que material o espiritualmente nos han ayudado para poder llevar todo a cabo y con tanto fruto. Nos seguimos encomendando a las oraciones de todos, para que seamos fieles al legado de los mártires.
P. Emmanuel Ansaldi, IVE
Monasterio “Nuestra Señora del Pueyo” – España