“Que él te conceda todos tus deseos y lleve a cabo tus proyectos, para que podamos alegrarnos de tu triunfo” (Salmo 20, 5-6).
El hno. Ángel nació en la ciudad de Zaragoza el 1 de agosto de 1889. El 8 de septiembre de 1913 profesó para la Abadía de Ligugé (Francia) en el priorato que ésta tenía en La Cogullada, cerca de la capital aragonesa. Al suprimir esta casa y dada la situación política de España, pasó, junto con el hno. Hilario Simon a El Pueyo, aunque sin perder la filiación en su Abadía madre.
El hno. Hilario, dada su condición de extranjero, pues era alsaciano, salió libre de la prisión el 13 de agosto, juntamente con el Superior de los Escolapios y dos jóvenes Claretianos que eran argentinos. Así, y en aquel mismo mes, este hermano liberado pudo informar a través de extensas cartas a distintos superiores benedictinos de lo sucedido en El Pueyo. Por eso el P. Abad de Ligugé escribe:
“En ese momento, el Hermano Ángel, según lo que me ha dicho el Hermano Hilario, estaba como los demás muy resignado a la muerte, y hasta feliz de poder morir mártir”.
Y el mismo P. Abad, añade:
“Nos consta también que durante la cautividad su gran preocupación era que lo llevarán a la muerte por motivos políticos y no por ser religioso, ya que quería ser verdadero mártir.
Es evidente que este deseo tan conforme a su gran espíritu de fe, fue plenamente acogido”.
Este bello testimonio del Abad de Ligugé se funda en los informes proporcionados por el diligente hno. Hilario. Cierto que él, pese a ser hombre culto, no se expresaba perfectamente en castellano, aunque lo escribía muy bien.
¿Por qué surgió esa preocupación en el hno. Ángel ante la muerte? Hoy nos consta que aunque no lo demostrara, subsistían en él las ideas tradicionalistas del Carlismo que había vivido en Zaragoza. Pero eso, únicamente lo supo él y algún monje más. Nadie de fuera, estaba entérelo de aquello, como para influir en su muerte. Ni a él ni a ningún otro de sus hermanos se les Involucró en política; tan sólo se les tachó de ser religiosos.
En El Pueyo ejercía el oficio de cocinero y mientras duró el encarcelamiento, ayudaba en la distribución de la comida.
Bien formado en La Cogullada, era un monje sencillo y muy bueno, aunque a veces sacaba su genio vivo.
Murió el 28 de agosto, fusilado en las primeras horas del día, junio al resto de la Comunidad, siendo igualmente enterrado en el cementerio de Barbastro. Sus restos, sin identificar, se hallan con los de sus hermanos mártires en el mausoleo de El Pueyo.