Anselmo-Palau-04“Espera en el Señor, sé valiente: ten ánimo, espera en el Señor” (Salmo 26, 14).

Nacido en Torres del Obispo (provincia de Huesca y diócesis de Barbastro), el 9 de agosto de 1902. Del mismo pueblo que el P. Honorato, los dos iban a realizar juntos todo su periodo de formación, para vivir después una idéntica trayectoria monástica, que culminaría en el martirio.

Contando ambos once años, llegaron al Pueyo donde comenzaron sus estudios de Humanidades, pasando, al término de los mismos, a Montserrat para iniciar el Noviciado. En esta misma Abadía hicieron la profesión el 20 de agosto 1919, y el 1 de junio de 1925, recibían, juntos también, la ordenación sacerdotal.

En El Pueyo, nuestro P. Anselmo, ejerció distintos cargos, siendo el más sobresaliente, el de maestro de coro, pues para ello tenía buenas cualidades y una hermosa voz de bajo.

Se le recuerda, como un hombre de carácter agradable, robusto y de ánimo fuerte, en el que hacían gala la reciedumbre y la caridad. Bástenos para ello recordar el siguiente episodio:

En 1933 murió un padre, bastante delicado de salud, que como tal, residía en el Mesonet, dónde era visitado y atendido por los demás monjes. Según el testimonio de uno de los colegiales, el P. Anselmo le había asistido en su mortal agonía. Y en previsión de los retrasos que los permisos judiciales pudieran ocasionar, cargó en plena noche, para no ser visto, con el escuálido cadáver, y lo subió por la gran pendiente hasta el Monasterio. Una vez allí, lo aseó y preparó sobre la mesa mortuoria.

El P. Prior le confió diversos encargos delicados, como bajar a Barbastro, con el P. Ramiro, vestidos ambos de seglar, para ver lo que pasaba. Esto sucedía el día 20 de julio, en plena ebullición de la ciudad. También, el día 22, estando los monjes ya detenidos en el Mesonet, hubo de subir, por encargo del P. Mauro, al Monasterio, acompañado de algunos milicianos, con la misión de indicarles dónde se hallaban algunos cartuchos de dinamita, que los monjes utilizaban para barrenar en los pozos que cavaban.

Ese mismo ánimo, sereno y valiente lo mantuvo durante la prisión, y sobre todo en el momento del martirio. Cuenta un testigo presencial de los hechos, que uno de los monjes después del fusilamiento, y trasladado al cementerio, como cadáver, desnudo ya,  y a punto de ser echado en la fosa, trato de incorporarse y de arrodillarse, siendo al punto rematado por un tiro de pistola. El retrato detallado, que da el testigo, sobre el protagonista de tan escalofriante escena, corresponde, sin lugar a dudas, a nuestro P. Anselmo.

Esto ocurría el 28 de agosto, alrededor de las 8 de la mañana. El fusilamiento había tenido lugar a unos tres kilómetros, con cargas y descargas del camión.

 

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