“¡Qué dulce al paladar tu promesa, más que miel en la boca!” (Salmo 118, 103)
Nació el P. Leandro en Rupelo (provincia y archidiócesis de Burgos), el 30 de marzo de 1870. Terminadas las Humanidades, vistió el hábito monástico en Montserrat el 16 de abril de 1886. Emitió los votos temporales en 1887 y fue ordenado sacerdote el 22 de diciembre de 1894. Ya en 1906 lo hallamos en El Pueyo, donde permanecerá hasta su muerte.
La nota predominante de su carácter fue sin duda el buen humor, mezclado de cierta ironía. Era un monje austero hasta en sus mismos rasgos físicos. A pesar de sus 66 años, tenía un cuerpo muy enjuto, pero fuerte. Soportó muy bien la tragedia de la expulsión del Monasterio y el mes largo de prisión.
Observante y, al parecer, esperando de los demás lo mismo. Solía celebrar la santa Misa privada en un pequeño altar que había en el camarín de la Virgen, y se le veía hombre piadoso y de profundas convicciones. Amaba mucho a su Monasterio y a la Comunidad.
Era el responsable del rico colmenar, donde trabajaba mucho. Inculcando siempre, inclusive a los colegiales, el amor hacia la apicultura. También estaba encargado de atender a los pobres que llegaban al Monasterio; a este respecto, el P. Román Ríos, que fue su superior durante muchos años, afirma de él que era muy caritativo con aquéllos. E igualmente había ejercido el cargo de enfermero, donde según parece, no solía ser demasiado condescendiente con los caprichos de los enfermos.
No acostumbraba a salir a ministerios pastorales, como excepcionalmente hacían otros monjes sacerdotes. Tampoco daba clases en el colegio, pero su simpatía le había hecho muy cercano a los aspirantes, pues además tenía al P. Raimundo como confesor.
Murió fusilado, en el mismo lugar que la mayoría de los monjes, siendo igualmente enterrado en el cementerio de Barbastro. Sus restos mortales, sin identificar, reposan junto a los de sus hermanos en el sencillo mausoleo erigido en la iglesia de El Pueyo.