07 P. Santiago Pardo“Se entregarán desinteresadamente al amor fraterno” (Regla benedictina 72, 8).

Nació en Palacios de Benaver (Burgos) el 25 de julio de 1881. Un hermano suyo, mayor que él, fue también monje, en Montserrat, muriendo muy joven, siendo ya sacerdote. Seguramente éste fue el motivo de encaminar su vida hacia ese gran Monasterio, que entonces era, a su vez, casa de formación para monjes misioneros, enviados luego a Australia y a Filipinas.

Al amparo de “La Moreneta”, Santiago, vistió el hábito monástico en 1897, profesando al año siguiente. Y en 1906 fue ordenado de sacerdote.

Pronto fue destinado a la Abadía de Montserrat de Manila, en cuyo colegio ejerció como profesor de física y química, sus ciencias preferidas. Igualmente trabajó mucho en tareas de tipo pastoral, principalmente en ambientes pobres. Parte de su estancia en aquella ciudad y las peripecias de su viaje, están recogidas en un “Diario” suyo, que todavía se conserva.

En 1925 regresó a España definitivamente, dando a El Pueyo su voto de estabilidad monástica. Por aquel entonces, se le concedió a nuestro Monasterio la facultad de tener Noviciado propio, siendo el P. Santiago su maestro de novicios.

Sintió fuerte atracción por el estudio de la liturgia, lo cual le permitió ejercer siempre el cargo de maestro de ceremonias.

Nuestro monje, en palabras de su Prior, el P. Ríos, fue el benedictino edificante que, “con humildad, nada hace sino lo que persuade la regla común del monasterio”. Así su vida se convirtió en ejemplo para los demás, pues “con la práctica cotidiana de la misma, el P. Santiago había adquirido ya en el momento de su martirio el grado heroico de santidad”.

Era en todo un monje piadoso, convencido, trabajador y disciplinado, de trato bondadoso y humilde. En la prisión se ofreció (tal vez se lo pidió el P. Prior) para dirigir un poco la distribución de las comidas junto con los Padres Escolapios y cuidar de las limpiezas que se realizaban a diario, fruto, todo ello, de su bondad fraterna. La muerte martirial, a decir del P. Ríos, vino a coronar la santidad de su vida monástica.

Murió con el resto de la Comunidad, y, como todos, fue enterrado desnudo del todo en la gran fosa del cementerio de Barbastro. Sus restos, sin identificar, se hallan en El Pueyo.

 

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