03 P. Mariano Sierra“Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra” (Mateo 5,5).

El P. Mariano era el monje más anciano de la comunidad: 67 años. Nació en Alquézar (diócesis y provincia de Huesca) el 25 de febrero de 1869. Ingresó de niño en el Monasterio de Sta. María de Treviño, fundado hacia poco, no lejos de su pueblo, por una pequeña colonia de monjes de Montserrat.

Pronto, concluyó sus primeros estudios, pasando después a la Abadía madre, en donde hizo la Profesión monástica para el Monasterio de Treviño, cuya comunidad, secundada por el refuerzo de algún otro monje, se trasladó muy pronto a El Pueyo de Barbastro.

Nuestro P. Mariano emitió sus votos temporales en Montserrat, en I886 y fue ordenado sacerdote el 17 de diciembre de 1892. Fue, por lo tanto, el primer monje profeso de El Pueyo.

Entre los distintos servicios ejercidos por él, cabría destacar su labor docente, impartiendo geografía y alguna otra materia más a los aspirantes. Igualmente, en los “tiempos fuertes”, como la Cuaresma, solía ayudar a los párrocos de los pueblos vecinos que solicitaban su inestimable colaboración.

Como ya se ha dicho, era el más anciano de todos, y a la vez aquél por quien la Comunidad más sufrió, ya que fue detenido con anterioridad a la misma.

Con motivo de la fiesta del Carmen, fue enviado el 15 de julio al pueblo de Salas Altas, para presidir la celebración en el convento de las Monjas Carmelitas. Aprovechando la ocasión, entró en casa de unos amigos en Barbastro, donde se habló de la situación tan congestionada que políticamente se respiraba. El P. Mariano se despidió con estas palabras: “Si no nos vemos más, hasta el cielo”.

El día 21, yendo por la carretera vestido de hábito, fue alcanzado por un camión de milicianos, que se dirigía en dirección a Huesca. Parado el vehículo, lo hicieron subir en él, conduciéndolo seguidamente a la cárcel municipal de Barbastro. La detención fue presenciada por casi toda la Comunidad, desde el mismo Monasterio. Fue el primer golpe que los Benedictinos sufrieron en su propia carne.

Consta que el 26 de julio, sobre las 3.50 de la madrugada, lo subieron a El Pueyo para que informara sobre unas “supuestas armas”, que se creían ocultas en el Monasterio. Lógicamente, y haciendo honor a la verdad, negó la existencia de tales artefactos. Sin mediar palabra, le dispararon varios tiros de fusil, simulando que lo iban a matar. Y fue tal la impresión recibida, que cayó desplomado, al suelo, víctima de un desmayo.

Días más tarde, el P. Mariano fue sacado de la cárcel municipal y conducido a la prisión habilitada en el Colegio de los PP. Escolapios, donde se hallaban ya sus hermanos de Comunidad. Pudo ser por deseo suyo, o bien por algún plan del comité. Lo cierto es que nuestro monje experimentó una gran alegría al verse de nuevo entre los suyos: se le veía radiante. Además, dado lo mucho que había sufrido y el cansancio que arrastraba, se le procuraron los alivios posibles, aunque para entonces ya se hubieran llevado los colchones. Pero aquella dicha iba a durar poco, muy poco…

Un día de primeros de agosto, hacia la media noche, se abrió de golpe la puerta del lugar donde se encontraban, perturbando la paz y el silencio que acompañaba su descanso, mientras un fuerte grito, que despertó a más de uno, se dejaba oír con fuerza: “¿Dónde está Mariano Sierra?”. Y así, se lo llevaron, sin que el resto de los monjes volvieran a verlo más.

Consta que el P. Mariano fue ejecutado eI 9 de agosto, al amanecer, juntamente con el Sr. Obispo, beato Florentino Asensio. Fue enterrado en el cementerio, pero su cadáver no llegó a identificarse.

El recuerdo que de él se tiene es el de una persona sencilla, profundamente humilde y amable, el de un monje ejemplar.

 

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